Hay pocos placeres de los que se disfrute más que, después de recrearse en la visita de una joya del Prerrománico, sentarse en un merendero de los alrededores de
Oviedo y junto a los amigos degustar unas tapas de queso y embutidos y tomar
unos culines de sidra, alargando la sobremesa con “reflexiones” sobre todo lo que
ocurre en el mundo mundial.
Las múltiples conversaciones sobre lo bien que nos sentimos
en nuestra Asturias, pese a los negros nubarrones que amenazan el presente y el
futuro de nuestros hijos, acaban derivando, sobre todo por parte de los más
“viajeros” que por razón de su trabajo pasan bastante tiempo en los
aeropuertos, hoteles, palacios de congresos de las grandes ciudades, en una
opinión casi unánime sobre la creciente uniformidad de la oferta multinacional, ya que es muy fácil y habitual tropezarse,
con establecimientos de Carrefour, Zara, Mac Donalds o Starbucks y
distribuidores de cualquier otra marca, de modo que Madrid, París, Bruselas o
Londres parece que se convierten en un mismo centro comercial.
Es entonces, cuando surge la palabra mágica:
“Globalización”, para definir un proceso que está teniendo lugar de forma vertiginosa y en el que todas las
personas están, estamos, ya, casi sin darnos cuenta, profundamente inmersos.
Por muchos argumentos que dieron unos y
el pertinaz empeño que pusieron otros buscando explicaciones que nos
ayuden a tratar de llegar a comprender
del todo tan singular palabro, no pasamos de convenir consensuadamente que el significado de ese, cada vez menos
extraño, vocablo, bien pudiera ser sea
algo así como “lo mismo en todos lados”.
Así que, cuando el otro día leía “Consilience” (1) del
biólogo Edward O. Wilsón no me sorprendió su planteamiento de que dentro de
doce generaciones todos los seres humanos
seremos “iguales” en el sentido de que tanto en Madrid, Londres, El
Cairo, Nueva York o Shangai se encontrará la misma mezcla racial, algo, que
salvando las distancias, habíamos ya convenido el grupo de amigos respecto de
los productos comerciales.
Este mismo criterio se puede aplicar en relación con las
culturas, la tecnología, los sistemas económicos y la gama de productos
disponibles. Por un lado, cada vez más,
los productos y los servicios, por la estandarización, las economías de
escala, las modas, etc., se parecerán más unos a otros y por otro lado, algunos
lugares, que serán casi únicos, mostrarán una
enorme diversidad y nuevas mezclas apasionantes. Al igual que la mezcla
racial, la integración económica y cultural llevará mucho tiempo y la
globalización nunca homogeneizará totalmente lo que somos y tenemos, mientras
nuevas ideas sigan apareciendo y añadiendo nuevos ingredientes en diferentes
dosis a la lenta batidora de la integración económica.
Trasladar al ordenador las reflexiones ociosas de un grupo
de amigos y hacerlas mías aunque sean adobadas por las lecturas de los estudios de Edward O.
Wilson, uno de los más grandes pensadores del siglo XX que se limita a escribir sobre biología, una
materia en la que seguramente estará un millón de veces más formado que yo, o
de las habituales consultas de los artículos de Paul Krugman, premio Nobel de
Economía, que sin duda está más de cien mil veces capacitado que yo para opinar
sobre la economía española, no tendría ningún sentido si yo pretendiera escribir
sobre biología o economía, por eso quiero ceñirme a escribir sobre Asturias y la sociedad
asturiana, no por que considere que la conozca mejor que ellos, sino
sencillamente por qué es de las cosas que
“yo” sé hacer menos mal..
Por esa razón y otras muchas más, tampoco debe de importarnos demasiado que los alemanes parezcan o sean
mejores fabricando máquinas herramientas, los ingleses diseñando productos financieros,
los norteamericanos enviando naves tripuladas al espacio exterior y los chinos o
los indios fabricando toda clase de productos de forma más barata, por qué todos acabarán limitando
su producción a todo aquello que su
economía sea capaz de producir de forma más eficiente.
Mientras tanto, nosotros, l@s asturian@s, a pesar de que
ahora tenemos la autoestima muy baja y aparentemente somos comparativamente peores
en casi todo lo anterior, deberíamos poner nuestro empeño en identificar donde
están nuestras “ventajas competitivas” y centrarnos en producir esos productos, bienes y
servicios en lo que somos “menos malos”,
de modo y manera que la competencia, bien sea en el segmento de los precios, por
parte de los más baratos o de la calidad,
por los mejores productos extranjeros,
no puedan competir en el escenario internacional de forma ventajosa con
nuestras industrias locales, aunque si lógicamente alterar el equilibrio de los
actuales componentes de nuestra economía, que en consecuencia deben modificarse,
aumentando en solidez y estabilidad y orientando la actividad económica hacia
un modelo productivo más competitivo y medioambientalmente sostenible..
En esa obligada y, cada vez más, urgente transición hacia el
nuevo modelo productivo, empezaríamos por “redescubrir”, alentadoramente, un
enorme potencial agroalimentario de alta calidad, apenas desarrollado
cuantitativamente, con gran capacidad para generar un importante valor añadido
a las economías del sector primario y la no menos importante creación de nuevos
y numerosos empleos en algunos subsectores intensivos en mano de obra.
Tampoco resulta novedoso describir que, objetivamente,
Asturias es un ámbito territorial idóneo, para “aguas abajo” de las industrias
básicas o de cabecera, en colaboración con la Universidad de Oviedo,
centros tecnológicos de I+D+i, etc.,
implementar y desarrollar en numerosos espacios, ya disponibles, una serie de
“cluster” de industrias energéticas, metalmecánicas, bienes de equipo, madera, construcción, etc. que
además de contar con el aprovisionamiento cercano de energía, agua y productos
básicos, tienen el “plus” de poder integrarse fácilmente en una cultura laboral
de alto nivel que incorpora un numeroso plantel de personas jóvenes, menores de
35 años, excelentemente formado en los centros de formación profesional.
Sin ser exhaustivo, ni siquiera ceñirme a los sectores más
importantes, habrá nuevas ocasiones para ello, finalizo el “catalogo de
oportunidades” con unas pinceladas sobre la industria cultural, un sector cuya “capacidad
instalada”, museos, bibliotecas, centros culturales y casas de cultura, redes
de fibra óptica y de TDT, y su excelente
dotación de recursos humanos como la OSPA, etc., exigen un tratamiento diferenciado.
La infrautilización de tantos recursos, materiales y humanos, hace imprescindible y urgente
elaborar, con la activa participación de la sociedad civil, una estrategia
regional que ponga en valor todo el enorme patrimonio cultural, optimizando su uso y
conservación, máxime en tiempos de crisis, por la sociedad asturiana, tanto
como receptora directa de bienes y servicios culturales como de los recursos
económicos que necesariamente han de generarse para mantener un grado razonable
de autofinanciación. Ni que decir tiene, que la iniciativa privada, ¿para cuándo
la Ley de Fundaciones? tiene en este ámbito un importantísimo y amplio papel
para desarrollar de forma armónica con las iniciativas y recursos públicos.
La necesaria materialización del “catalogo de oportunidades”,
imprescindible diría yo, en la medida de que cien mil asturianas y asturianos
demandan un empleo en nuestra región, debiera ir acompañado y englobada en una
de las más potentes y prioritarias acciones
políticas del Gobierno Autonómico, impulsando de forma decidida una gran apertura
económica, cultural al mundo exterior, más allá de seguir potenciando las
relaciones sociales y culturales con la emigración asturiana.
En una sociedad globalizada y en crisis, el tiempo presente,
no es el mejor momento para permanecer ensimismados en nosotros mismos, sino al
contrario, resulta requisito obligado abrir puertas y ventanas al exterior y considerar
el comercio y las relaciones internacionales como otra forma de tecnología, tal
vez la más compleja y flexible de las existentes.
Pongo un ejemplo, en
Asturias pueden existir dos maneras de producir los “deseados Audis”, una, ir mendigando
y tratando de convencer a los alemanes de que instalen una fábrica en digamos la Vega de Sariego y seguir, a cada nuevo
modelo u oferta de deslocalización, dependiendo de su voluntad y sus patentes
para mantener la actividad, en definitiva un esquema rígido y dependiente u
optar porotro más flexible e independiente a base de fabes de Láneo, sidra de
Villaviciosa, quesu de Cabrales y Gamonedo, carne roxa, merluza, angules,
salmones, etc., productos todos ellos únicos y de gran calidad, a los que añadir los numerosos productos
industriales y la oferta cultural: música, ópera, zarzuela, teatro, artes
plásticas, danza, contenidos audiovisuales, patrimonio natural y artístico, etc.
que a través de una tecnología muy
especial se pueden convertir en los "Audis deseados".
Esta producción de “Audis de nuevo tipo” se realizaría “colocando
en el mercado” esos bienes, productos y servicios a través de las redes de
transporte: barcos, aviones, camiones, redes ultrrápidas, etc. para que al poco tiempo regresen los barcos y
camiones transportando los “deseados Audis” junto con una amplia variedad de productos.
Es sin duda el uso intensivo y eficiente de esta tecnología especial que es el
comercio internacional la base sobre la que articular buena parte del
desarrollo económico de Asturias.
La mención de todas estas cuestiones resultarían ridículas si,
en momentos como este, no me
refiriera o soslayara el sufrimiento de
aquellas personas que como consecuencia de la crisis económica perdieron su
empleo, o nunca lo tuvieron, es obvio que para ellas el cambio de modelo
productivo, el progreso tecnológico y cuantas cuestiones aquí se enuncian no han
significado ni significaran nada mientras no se lleven a la práctica de modo y manera que también ellas puedan ser partícipes del progreso económico y social.
En una sociedad que se dice civilizada y a la vez
progresista la mejor respuesta no consiste en oponerse a las nuevas tecnologías
o restringir el comercio, como tampoco lo es, bajo ningún concepto, pretender
ignorar la difícil situación de aquellos que se quedan sin empleo debido
precisamente al comercio, a la tecnología, al egoísmo de los poderosos o por
alguna otra razón.
La alternativa progresista a la crisis pasa por favorecer que el progreso continúe,
mientras que a la vez se alienta y se vuelve a emplear a aquellos trabajadores
que han sido perjudicados. Y ¡ojo! No es una cuestión de sensibilidad, es una
cuestión de justicia y de cohesión social, una persona que quiere encontrar un
empleo y no puede, sufre una tragedia personal y social. Cada vez que alguien
pierde un empleo o no lo tiene, esa persona tiene derecho a la solidaridad y
apoyo del conjunto de la sociedad, poco importa si la competencia del exterior
o el egoísmo del poderoso tienen algo que ver.
Cualquier economía, la asturiana también, está todo el
tiempo perdiendo y creando puestos de trabajo, pero la calidad de un modelo
económico y social eficiente y medio ambientalmente sostenible, se mide no solo
en los rendimientos económico obtenidos y en el modo de repartirlos, sino
también en si crea más y mejores puestos de trabajo que los que destruye y si en
ese ínterin, l@s trabajadores laboralmente inactivos, disponen de una red
social que les permite vivir con dignidad y adquirir nuevos conocimientos y
destrezas para volver a la actividad laboral en mejores condiciones.
Esa tarea corresponde desarrollarla, sin exclusiones de
ningún tipo, al conjunto de la sociedad y liderarla a los poderes públicos que
democráticamente hemos elegido como ciudadanía, cualquier atajo, en aras o no de
pretendidas eficiencias, al margen de las instituciones democráticas o
cualquier dejación de responsabilidad por parte de quienes voluntariamente las
ostentan y representan, sería cometer un gran error y el mayor de los fraudes a
la voluntad de la sociedad.
(1) Consileience - The Unity of Knowledge, Londres, Abacus. 2003
6 comentarios:
Me encanta el post y creo que refleja lo que muchos pensamos aunque no lo creas. Lo malo es que quien debiera canalizar nuestras inquietudes está a "otras cosas" que ni siquiera se cuales son.
Yo tb pienso que debemos apoyarnos en nuestras fortalezas y ponerlas en valor, dejando el esfuerzo del cabreo y no hacer de la queja estéril nuestra seña de identidad.
Está perfecto. El problema es el ya apuntado: que los hay que no se sabe a qué están. Solo sabemos que querían estar... y a cualquier precio.
Mariluz y Leopoldo muchas gracias por los comentarios, aunque son excesivamente generosos.
Mariluz y Leopoldo muchas gracias por los comentarios, aunque son excesivamente generosos.
Buenas,
Te veo muy "librecambista" en este artículo y me gusta mucho.
La pregunta es cómo impulsar una agenda de reformas de este tipo que acabaría cambiando el tejido económico de la región, toda vez que los "incumbents" tienen un elevado poder político, suficiente para centrar la atención en sus propios problemas, dificultando así el despege de nuevas actividades o de actividades que ahora son muy pequeñas...
Esa es la pregunta que me llevo haciendo años y no he sido capaz de respondermela....
Un abrazo,
Jonás
Hola Jonás.
Lo de "librecambista" queda muy bien para un clásico que canta.... "la tierra será un paraíso, patria de la humanidad".
La agenda de las reformas y el orden de la prioridades las debe liderar democráticamente el poder político.
Si la orientación es la adecuada y los objetivos creíbles y claros, los "incumbents" más dinámicos y eficientes se incorporaran como catalizadores del cambio, el resto seguirá la estela y una minoría lo hará arrastrados por la "cruda realidad".
Como siempre, hay varias opciones, una, ser protagonistas de nuestra propia opción de cambio,....,otra, esperar a que cogidos por el "ñarigon" nos obliguen a cambiar.
Gracias por los comentarios.
Saludos
Benjamín
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