lunes, 22 de noviembre de 2010

A contraluz de Katia Kabanova.


En Oviedo, como viene siendo tradicional por estas fechas de presupuestos, san martines, sidra dulce y castañas, un grupo de paladines de la cultura ovetensina, formado por bravos políticos del PP local, algún agente cultural en nómina y un par de ciudadanos, de los más crédulos en la "teoría del cerco", arremeten con tanta inquina como falta de argumentos contra las supuestas maldades, (léase escasas o insuficientes partidas presupuestarias destinadas a las temporadas de ópera y zarzuela), con que las administraciones central y autonómica nos castigan a l@s ovetenses.

Dado que estamos en crisis y para criticar los recortes de las subvenciones, estos paladines, que jamás se han preocupado de los derechos de los trabajadores, no se les ha ocurrido nada mejor que sacar a colación que los cambios en la programación van a repercutir sobre los más débiles (tramoyistas, peluquería, maquilladores, etc.), como si en los tiempos de bonanza, sin ir más lejos la zarzuela del verano, si esa, en la que el señor alcalde y sus acólitos regalaron miles de entradas y que costó al erario municipal más de 800.000 euros, hubieran tenido sustanciosas retribuciones, pues bien, nada de eso, el salario de estos trabajadores, (sólo facturaron 48 horas, a 9 euros/hora), fue de 432 euros por las diez funciones.


Así que, ¡basta ya de demagogia barata! y de pretender de manera torticera, hacer recaer "obligadamente" sobre las subvenciones públicas, el mayor peso económico de la voluntarista programación de las Temporadas, sistema que no parece el procedimiento más adecuado para garantizar la estabilidad y su crecimiento sostenible en calidad y número de funciones.


Más bien, ya que nos gusta tanto compararnos con otras Temporadas, sería razonable también hacerlo en aquellas cuestiones que, dependiendo de los propios gestores, pudieran contribuir a igualarlas o superarlas, por ejemplo, en el ámbito de los ingresos, con la búsqueda de un mayor y generoso patrocinio privado, abriendo el abanico de los precios de las localidades y abonos y generando ingresos atípicos, merchandising, etc., ampliando la base social, dando prioridad al crecimiento del número (5) de funciones, en vez del de títulos (6), y mejorando sustancialmente la gestión, eliminando cargos prescindibles y evitando "alegrías" como la compra del piso y las formas utilizadas en el tema del coro.


Polémicas estériles aparte, Oviedo debe seguir potenciando su industria cultural, (mejor con la abstención de algunos promotores ejercientes en lo de la Capitalidad Cultural) y puede hacerlo de manera muy estimable en torno a la música y a la lírica en particular y para ello es fundamental e imprescindible contar, para algo más que para pagar la entrada, con el fiel y excelente público, fomentar la colaboración pública-privada y la cooperación en red con otras temporadas tanto en lo referente a las contrataciones artísticas como a las coproducciones.

Para finalizar diré que, para mi gusto, la LXIII Temporada está teniendo un nivel más que notable. Il Trovatore, en la que disfruté con algunos pasajes magníficos, propios de toda la fuerza vocal de esta obra de Verdi y L'incoronazione de Poppea y Katia Kabanova, dos óperas que no conocía, me han sorprendido gratamente por su puesta en escena y su lenguaje musical, especialmente esta última, en la que Max Valdés y la OSPA nos han brindado una hora y media de excelencia musical, mostrándonos con ello, como se puede hacer con una escenografía y un reparto modestos y "gente de casa" un excelente espectáculo musical.

1 comentario:

LUNA dijo...

Muy buen post, como casi todos y muy acertado.
Ayer me tocó a mí asistir a la tercera función y puedo decirte que gustó. Tampoco mucho, no vamos a exagerar, la música es preciosa pero un poco opresiva y el ambiente, como casi todo lo de Janacek es lúgubre y tenebroso.
El argumento ideal para el día que conmemoraba la lucha contra la violencia de género.
No se por qué, pero siempre salen malparadas las mujeres que se atreven a vivir sus amores con libertad. A esta sociedad hipócrita no hay forma de cambiarla, da igual el siglo XIX que el XXI