
No trato solo de formular un reparo estético, si no también de impedir que se siga engrasando la pervivencia de una sociedad civil inane, de poderes públicos serviles a los intereses voraces y la preponderancia absoluta de lo aparente sobre las necesidades de la ciudadanía. Los tres pilares sobre los que se asienta el plano que desarrolla un concepto de ciudad más propio del juego de monopoly que el de una ciudad con los servicios y la calidad de vida del siglo XXI.
Un concepto de ciudad que jamás “sus mentores” han descrito en toda su profundidad e integridad. Uno, por lo que tiene de superficial y aparente. Dos, por que su omisión facilita la “flexibilidad” con que llevan a cabo toda clase de modificaciones y recalificaciones. Tres, por que hay que satisfacer el amplio y un variado catalogo de ocurrencias.
Extenso catalogo en que se encuentra prácticamente de todo, como la construcción de un complejo hípico (presupuestado en cerca de 400 millones de pesetas y que nos ha costado casi 4000), y que también es una muestra muy significativa de como las aficiones e intereses del Poncio Preboste van unidas de forma armoniosa con los despilfarros injustificados de las arcas municipales.
También es un ejemplo estimable para dimensionar la realidad en la que sobrevivimos, el vano intento de hacer desaparecer al emblemático equipo de fútbol de la ciudad, hoy tutelado y hundido en la miseria de la tercera división, al que ¡oh milagro! generosamente se le ha construido un campo, plagado de insuficiencias y deficiencias, (por el que los ovetenses debemos abonar nueve mil millones de pesetas), pero que ha tenido la virtud de dejar libre el terreno de Buenavista, sobre el que hoy se construye el "Centollu" (Palacio de Congresos, centro comercial, dependencias administrativas).
La construcción del “Centollu”, soberbia construcción, tanto por su belleza y grandiosidad fuera de escala para ese espacio, como por su “coste” que alcanza cifras tan desmesuradas como previsibles, teniendo en cuenta quienes son sus autores intelectuales y los ejecutores materiales, han hecho "imprescindible otras fuentes de financiación adicionales" a las de sus promotores.
Financiación adicional que, como pronosticamos muchos, incluido el que suscribe, se obtendría de los terrenos del Vasco, en los que no se construiría un solo metro cuadrado de equipamientos públicos, dijera lo que dijese el contrato, pues era esa y no otra la finalidad de vincular ambas actuaciones. En definitiva una burda maniobra para que con la "disculpa" de financiar "El Centollu" de Buenavista, obtener el mayor aprovechamiento económico y urbanístico posible de la parcela del Vasco. Para ello se ha modificado el contrato cuantas veces ha sido necesario, comprado y vendido patrimonio municipal, modificado y “flexibilizado” el PGOU y ahora se proponen unas más que escandalosas recalificaciones urbanísticas. Pues bien todas esas acciones tienen como factor común el beneficio de la promotora, y la excusa el interés general y la viabilidad económica de la actuación.
Flexibilizar hasta lo “imposible” , recalificaciones escandalosas e interés general como excusa, pueden parecer términos exagerados, inadecuados e incluso o gratuitos, conviene aclarar y precisar los términos en qué los digo:
- "Flexibilizar hasta lo “imposible” es: Pasar de autorizar la construcción de edificios de un máximo de 7 alturas y 2 bajo rasante a permitir edificar 39 plantas, 35 de ellas habitables, con una altura total de 133 mts. sobre rasante.
- "Recalificaciones escandalosas" es: Modificar la edificabilidad, pasando de autorizar 84 viviendas en la parcela a 300 viviendas en el conjunto de las tres torres.
- "Interés general como excusa" es : Reducir la parcela de suelo municipal desde los 15.477 m2 iniciales a cero metros cuadrados, todo en base a un supuesto interés general municipal.
Agotado y destruido el suelo, ahora se nos anuncia la ocupación del vuelo, con la construcción de tres torres: “las trillizas”, loable intención la de que levantemos la cabeza para mirar al cielo, si no fuera por que los ovetenses nos vemos obligado a mirar al suelo para no “meter el pie” entre tanta rejilla rota, baldosas partidas y adoquines sueltos, ( fruto podrido de de la siembra por el alcalde-ingeniero de sus exitosos planes de choque, ¿se acuerdan?).
Claro, que de tanto mirar al suelo se corre el riesgo de que algunos, rememorando al mayo francés, les dé por buscar debajo de los adoquines la arena de la playa prometida, (por el hombre de palabra), para el parque de invierno y vean que allí no ha playa si no, las fétidas aguas del Gafu, o si en la búsqueda de horizontes más gratos pretendan contemplar el idílico paisaje del Aramo, no lo podrán hacer desde su mirador, sito en el antiguo depósito de aguas de El Fresno, ya que otros intereses voraces construyen, justo enfrente, un imponente edificio de viviendas.
Ante tanta frustración, no debe extrañar que se pretenda una nueva huida hacia delante, generar nuevas ilusiones para ocultar viejas decepciones, pero no nos engañemos estimados convecinos, el alcalde deambula por el presente mandato municipal, lastrado por un proyecto agotado, cuyas ocurrencias, definirlas como propuestas políticas sería más que un exceso literario, se asientan en el ejercicio autoritario de la mayoría y la exclusión del otro, del diferente.
Si recordamos el relato del Génesis, en aquel entonces, los hombres llenos de soberbia, se empeñan en alcanzar las alturas, así “consensúan” un proyecto descomunal: construir una torre tan alta que alcance el cielo. El alcalde y Jovellanos XXI como profetas del neo liberalismo intentan, con “las trillizas”, el mismo tipo de edificación, pero no para alcanzar un cielo improbable, sino para librarse de forma definitiva de la diversidad que supone un Oviedo con personalidad propia, para enriquecerse hasta las cachas, y asegurar a los verdaderos poderes, que pase lo que pase nunca dejaran de serlo en esta ciudad.

Pero amigos y amigas los ovetenses no somos tontos y si cada vez más conscientes de que la pretendida igualdad con la modernidad, lo que pretende es destruir el sentido crítico que aún nos caracteriza, la heterogeneidad de pensamiento, nuestro modo de vida, las raíces culturales, los valores y las creencias, para conseguir reducir el concepto de igualdad a su modelo más minimalista, el modelo del Gran Poncio Preboste.
"Seamos iguales en esto: en lo aparente", en tener farolas isabelinas, papeleras, pavimentos adoquinados, fachadas coloreadas, y poco más, nada que ver con la igualdad en el acceso a los servicios sociales, sanitarios, educativos, a la vivienda, a las nuevas tecnologías, a tener un empleo estable, con derechos y adecuadamente remunerado, una pensión digna, ya que a todo ello es preciso y obligado renunciar en aras de la modernidad, tal como un día si y otro también nos pretenden adoctrinar los gurús y telepredicadores de la vieja religión del dinero.
El Poncio Preboste es consciente, desde el catastrazo en que mostró su verdadera faz, que pese a los “muchos méritos” con que le adornan sus adláteres, no podrá ser recordado por los ovetenses del futuro, ni por su políticas; social, cultural, educativa, etc. y menos aún por el fomento de la libertad y la democracia, por eso lo pretende con el legado de su obra constructiva.
El intento resulta baldío, mientras existan medios de comunicación libres, noticiarios independientes, redes sociales y blogs de internet, que divulgan de forma amplia y veraz las otras realidades que se expanden por todo el mundo y se guardan en la memoria colectiva de la ciudadanía y en los discos duros de los ordenadores. Se asegura así que el vano intento, de los "constructores" de hoy, no sirva de coartada en el futuro para hipotéticos imitadores.
Uno, que es optimista por naturaleza, tiene la esperanza de ganar el futuro y aspira ¿por que no? a transformar el presente, piensa que, aunque algunas clases políticas locales juegan a que son soberanas en la decisión de la forma y altura de la construcción, el poder económico hace tiempo que dejó de interesarse en ese juego, sobre todo si la escasa aceptación
Es plausible que entonces las torres de la soberbia, para unos, "se desmoronen" ordenadamente sobre el solar de modo que siga siendo factible el negocio, y para otros "se agachen", para que pese a la altivez de su autor y promotores no les resulte tan incómodo beber en el cañu del Fontán. (Al que cantaba Luis de Tapias: "Caño de tan bajo trazo / hacía al más alto ser /doblar el recto espinazu /al inclinarse a beber / Y tan humilde ejercicio/ iba quitando, en verdad, /a muchas gentes el vicio /de su altiva vanidad").